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Cabezas Reducidas y su poder místico

La leyenda de las cabezas reducidas está estrechamente asociada con la tribu de los jíbaros, un grupo indígena que habita en la región amazónica de América del Sur, principalmente en Ecuador y Perú. Se dice que los jíbaros practicaban la costumbre de reducir las cabezas de sus enemigos como un rito guerrero y para demostrar su valentía en la batalla.

La leyenda cuenta la historia de un valiente guerrero jíbaro llamado Kumu. Kumu era conocido por su destreza en la guerra y su habilidad para liderar a su tribu en la lucha contra las tribus vecinas. Un día, durante una feroz batalla, Kumu se enfrentó a un guerrero enemigo formidable y logró derrotarlo en combate mano a mano. Como prueba de su victoria y para infundir miedo en sus enemigos, decidió reducir la cabeza del guerrero caído.

Después de la batalla, Kumu regresó a su tribu con la cabeza reducida como trofeo. Se decía que la cabeza poseía poderes místicos y protegería a la tribu de cualquier mal. La noticia de la hazaña de Kumu se expandió rápidamente, y la leyenda de las cabezas reducidas comenzó a crecer.

Con el tiempo, la costumbre de reducir cabezas se convirtió en una tradición entre los jíbaros. Sin embargo, vale la pena señalar que, en la realidad, la práctica de reducir cabezas era más compleja y se asociaba con rituales específicos, y no era simplemente un acto de barbarie sin sentido.

El proceso era llevado a cabo por chamanes o sacerdotes especializados en estas ceremonias.

  1. Extracción del cráneo: El chamán comenzaba por retirar cuidadosamente la piel del cráneo del enemigo caído, preservando la forma y características faciales. Este proceso era delicado y se realizaba con gran destreza.

  2. Tratamiento místico: La piel era sometida a un tratamiento especial con hierbas, resinas y ungüentos rituales. Se creía que esto no solo conservaría la cabeza, sino que también conferiría propiedades espirituales y protectoras al tzantza.

  3. Encogimiento: El siguiente paso era el encogimiento propiamente dicho. La piel se hervía en una mezcla de agua y ciertas hierbas durante varias horas. Este proceso no solo encogía la piel, sino que también contribuía a preservarla.

  4. Relleno: La piel, tras ser cosida en todos sus orificios (ojos, boca, y nariz) era rellenada de un ungüento elaborado con una mezcla de barro, hierbas y piedras.
  5. Rituales mágicos: Durante el proceso de encogimiento, el chamán realizaba rituales y cantos destinados a ahuyentar los espíritus malignos y garantizar que la tzantza tuviera propiedades protectoras para la tribu.

  6. Adornos y ceremonias: Una vez completado el proceso, la tzantza era adornada con plumas, cuentas y otros elementos rituales. Luego, se llevaba a cabo una ceremonia especial para presentar la cabeza reducida a la tribu, donde se creía que la presencia de la tzantza ofrecería protección contra los enemigos y los espíritus malignos.

Esta adición al mito enfatiza la importancia ritual y espiritual de la práctica de reducir cabezas entre los jíbaros, subrayando que no era simplemente un acto de violencia, sino una expresión compleja de creencias culturales y espirituales.

Esta leyenda refleja la importancia de la valentía y la destreza en la guerra dentro de la cultura jíbara, así como la creencia en el poder místico de las cabezas reducidas como amuletos protectores.

Ver cabeza reducida Voudou

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