La venganza de la hannya de Akiko
Hace mucho tiempo, en un remoto pueblo japonés, vivía una mujer hermosa llamada Akiko. Su gracia y encanto eran conocidos en todo el lugar, y atrajeron la atención de un samurái apuesto llamado Takeshi. Se enamoraron perdidamente y contrajeron matrimonio en una ceremonia llena de felicidad y esperanza.
Sin embargo, la felicidad de Akiko se desvaneció gradualmente cuando descubrió que Takeshi no era fiel. Él la traicionaba con otras mujeres del pueblo, dejando su corazón roto y su alma herida. La traición fue tan profunda que Akiko, consumida por la ira y el dolor, se vio envuelta en una oscura espiral de desesperación.
Una noche, mientras la luna brillaba en el cielo, Akiko se sumió en la oscuridad. Buscó poderes más allá de lo terrenal para vengarse de Takeshi y todas las mujeres que lo habían seducido. En su desesperación, encontró a una anciana misteriosa que le ofreció una máscara encantada y un oscuro hechizo. Akiko aceptó sin dudar, y en ese momento, su destino quedó sellado.
La máscara, una representación grotesca de una mujer con una sonrisa siniestra, largos cuernos y afilados colmillos se fusionó con el rostro de Akiko. Su belleza anterior desapareció, reemplazada por la imagen de la venganza encarnada. Su piel se volvió pálida, sus ojos brillaron con una luz roja intensa, y sus cabellos se convirtieron en serpientes retorcidas que se movían con vida propia.
Ahora, convertida en una entidad vengativa, la hannya de Akiko regresó al hogar que compartía con Takeshi. Su presencia estaba marcada por la oscuridad y la malicia. El espíritu atormentado, torturó a Takeshi con visiones aterradoras y pesadillas día y noche.
La desesperación y el arrepentimiento llenaron el corazón del samurai infiel pero ya era tarde, la hannya de Akiko no descansaría hasta obtener su venganza. Un amanecer tras varias noches sin dormir Takeshi tuvo una horrible visión, en el interior de su abdomen se retorcían serpientes que arañaban sus órganos con sus escamosas pieles. En un desesperado intento de acabar con ellas Takeshi ensartó varias cuchilladas en su abdomen y murió aquella fría mañana, desangrado por el acero de su propia katana.
Pero el espíritu de Akiko quedó atrapado en su forma vengativa, condenada a vagar eternamente entre el reino de los vivos y los muertos. Desde entonces, la leyenda de la hannya de Akiko se contaba en susurros en el pueblo. Se decía que su espíritu vengativo aún merodeaba, buscando justicia para aquellos que habían sido traicionados en el amor. La historia de Akiko se convirtió en una advertencia para aquellos que se atrevían a jugar con los corazones de otros, recordándoles que la venganza podría manifestarse en formas inimaginables.